Vegas no es para cualquiera. Es un lugar hostil, tanto física, como emocionalmente; sin mencionar el obvio aspecto económico. Es un lugar brillante, de luces que no paran, de gente…
Vegas no es para cualquiera. Es un lugar hostil, tanto física, como emocionalmente; sin mencionar el obvio aspecto económico. Es un lugar brillante, de luces que no paran, de gente que no para, de fiesta que no para. Es un lugar amenazante, de altibajos truculentos, subibajas agotadores y vaivenes cochambrosos. Un día puedes ganar una fortuna en el casino, ligar a la primera en el antro y amanecer entero, con la cartera rebosante y una dama hermosa a tu lado; y al siguiente puedes perderlo todo, no ligar ni una morsa y despertarte corriendo a vomitar todo el alcohol del día anterior, implorando una muerte rápida. Ya les he contado de las veces que gané, que conquisté y que desperté como rey. Hoy les voy a contar de las otras veces –las menos – en que perdí, que struck outié y que me quise morir. Porque hasta a mí me pasa. Agárrense.